sábado, septiembre 30, 2006

La contaminación del Júcar

Enrique Cabrera

"Nuestro problema mayor es la contaminación que nos desborda y no el dogma, la falta de agua, que todos asumen. Y menos aún el debate, desaladoras o trasvases, que ya hastía. Porque resuelto el problema de la contaminación, el dogma que nos preside caería. Conviene recordar que las políticas sostenibles del norte de Europa tienen su origen en la alarma social generada por una contaminación a la sazón allí imparable. Lo cuenta el propio Ministerio de Medio Ambiente alemán. «En los años de reconstrucción que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el consumo de agua aumentó al compás del crecimiento de la actividad industrial, mientras la eficiencia en su uso no siguió el mismo ritmo. Por ello, a finales de los 60 y principios de los 70, se alcanzaron altos niveles de contaminación que generaron gran preocupación».


El diagnóstico fue certero, a más consumo más contaminación. Faltaba aplicar el tratamiento que convenía al caso, explicar el problema y las consecuencias de no atajarlo. Con la ciudadanía educada el camino quedó allanado para que los políticos pusieran en marcha dos medidas tan impopulares como necesarias. La primera recuperar todos los costes que el uso del agua conlleva con unas tarifas estructuradas en bloques de consumos que, sin olvidar el carácter social del agua, propiciasen el ahorro. La segunda, para que ya nadie consumiera ilegalmente agua ni escapase al principio de que quien contamina paga, potenciar el control sobre usos y vertidos. Puesto que no se implantan de la noche a la mañana (dos décadas necesitó Alemania) y porque se hace camino al andar, convendría ya pensar en ellas."

Más en un interesante artículo en Levante.

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