jueves, noviembre 16, 2006

La gestión del agua en Catalunya

Narcís Prat

La gestión del agua, una vez anulado el trasvase del Ebro que hace tres años fue uno de los temas estrella, ha desaparecido del debate político catalán.
Sin la disponibilidad futura de un nuevo trasvase, en estos tres últimos años Catalunya ha debido construir una manera diferente de gestionar el agua. Dos
factores han ayudado a definir una alternativa al modelo anterior (basado en el
aumento de la oferta). Por una parte, la necesidad de cumplir con las obligaciones de la Directiva Marco del Agua, que básicamente requiere proteger y restaurar el estado ecológico de los ecosistemas (buena calidad de las aguas).
Por otra parte, la voluntad política de la Generalitat de avanzar por el camino de la sostenibilidad, identificada en el concepto de la Nueva Cultura del Agua (NCA).

El cambio conceptual que emerge detrás de la adopción de la NCA es que la garantía de abastecimiento de la población debe hacerse compatible con la conservación de los valores ambientales. Para ello se requiere examinar primero la posibilidad de que con los recursos actuales sea posible abastecer las demandas presentes y futuras sin comprometer (o regenerar, en su caso) la salud de los ecosistemas.

Con los altibajos propios de quien no está acostumbrado a ello y gracias al interés de muchos trabajadores de la Agencia Catalana del Agua (ACA) y con la colaboración de la Fundación Nueva Cultura del Agua, el área de Planificación del ACA ha desarrollado a lo largo de estos tres años un modelo alternativo de gestión del agua en Catalunya. En síntesis podemos decir que, incluso en el supuesto de un crecimiento moderado de la población y de un aumento ligero del consumo individual, es posible mantener hasta el año 2020 una buena garantía de recurso para la población y unos adecuados caudales de mantenimiento en los ríos. ¿Como? Con medidas de ahorro de agua (a nivel doméstico, industrial y comercial), con la mejor utilización de las infraestructuras (interconexión de cuencas), con la reutilización de las aguas depuradas y con algo de desalación (se obtienen a corto plazo 130 Hm3/agua al año). Y para ello se van a acometer inversiones de más de mil millones de euros en los próximos 5 años. En resumen, no hacen falta nuevos trasvases (ni del Ebro ni del Ródano).

¿Acaso podemos sentirnos totalmente tranquilos?. Evidentemente, no. Existen muchos riesgos de incrementos de consumo que pueden hacer estéril el esfuerzo actual. El más grande es la insostenibilidad del modelo de desarrollo actual. Si todos los municipios de Catalunya quieren ser como Barcelona (con el 90% de su término municipal urbanizado y su rambla cubierta), no habrá garantía de abastecimiento nunca. Con la desenfrenada ocupación actual del territorio, unido al cambio climático (más temperatura, menos lluvia) difícilmente podrá consolidarse el modelo alternativo actual. Catalunya requiere de un modelo territorial diferente con un crecimiento más moderado de la ocupación del territorio y en zonas donde la disponibilidad local de agua sea mejor (especialmente la cuenca del Segre-Ebro).

Para ello se necesita abordar de forma urgente un tema que sigue olvidado: el elevado consumo de agua de la agricultura y el necesario cambio a otro modelo agronómico basado menos en el productivismo y más en el reconocimiento del papel básico de ordenación del territorio de la agricultura.
El incremento de regadío en Segarra-Garrigues o Xerta-Sènia siguiendo los parámetros actuales de ineficiencia ambiental e hidrológica que rigen en los riegos de Urgell, no es la solución para el futuro y en esto estamos casi igual (o peor) que hace tres años. Otro peligro intrínseco para el modelo sostenible es que debe ser creíble para todos los ciudadanos. Para ello se requiere una corresponsabilidad entre estos y la Administración.

Tal y como pide la DMA, no se puede aprobar el futuro Plan de Gestión del Agua de Catalunya sin la participación activa de los ciudadanos. Aquí también conviene acelerar, ya que los pasos dados hasta el momento son escasos. Finalmente, la propia
Administración del agua en Catalunya debe cambiar profundamente. Hasta ahora se
trata de una organización muy vertical con poca transversalidad e interdisciplinariedad. El método de trabajo (muy compartimentalizado y burocratizado en algunas partes) no permite que las nuevas ideas se difundan rápidamente y por ello el nuevo modelo es en gran parte desconocido para partes enteras de la Administración del agua en Catalunya.

Transparencia, participación ciudadana, nueva organización administrativa y nuevo modelo territorial (se habla ya de una nueva cultura del territorio) son la clave del triunfo futuro de la NCA. Sin duda los próximos cuatro años serán claves. Esperemos que el fiel de la balanza se decante hacia la plena asunción de la Nueva Cultura del Agua.


Vía El Periódico.

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